¿Los humanos perdimos la cola?
Foto: Pixabay

Los seres humanos no hemos perdido la cola puesto que nunca la tuvimos, en caso de haberla tenido y perdido, no tendría sentido hablar de un porqué y, mucho menos, de una para qué.

Su función original

Sorprendentemente, la cola es una de las cinco grandes características de los cordados y que, consecuentemente, presentan los vertebrados. Se trata de una elongación del extremo posterior del cuerpo y su inicio está justo detrás del ano.

Cuando aparecieron las vértebras, la cola se reforzó con el extremo de la columna vertebral, esto es, con las vértebras caudales. Su función continuó siendo propulsar el movimiento en el medio acuático, aunque con mayor eficiencia. Actualmente podemos apreciarla en la ondulación típica de un tiburón nadando.

Los retos que afrentaron

La revolución anatómica y fisiológica que supuso la conquista del medio terrestre implicó también a la cola. En primer lugar por lo más obvio: la cola ya no propulsa el movimiento, lo hacen las patas. Pero hay otro aspecto oculto mucho más interesante. Al no tener empuje contrarrestando la fuerza del peso (como ocurre en un medio denso como el agua) la gravedad es un problema cuando aspiramos a no vivir arrastrándonos.

“Levantar” el cuerpo fue tarea compleja pero las novedades evolutivas adaptaron diseños biológicos que dejan boquiabierto al más competente de los ingenieros de caminos, canales y puertos. De hecho, surgió una morfología esquelética muy parecida a los puentes Forth: el tronco estaría suspendido entre los dos pares de patas (los pilares), los músculos y ligamentos (elásticos y flexibles) contrarrestarían las tensiones, y los huesos (duros y rígidos) resistirían las compresiones.

Para soportar el peso era fundamental evitar el aplanamiento y adoptar la forma curva. Por eso, y como en los puentes de arco suspendido, se seleccionó la forma de columna arqueada. Pero surgió un nuevo problema: nuestro maravilloso puente biológico no podía ser estático puesto que un animal se tiene que desplazar. Debía ser un puente móvil donde la cola jugara un papel clave orientándose hacia el lado contrario al que se hacía el apoyo. Así, oscilando a izquierda y derecha, se evitaban las sobrecargas al actuar de contrapeso.

Aún más interesante fue su papel en los reptiles que se pusieron de pie. La bipedestación de dinosaurios como la del iguanodóntido Ouranosaurus, biomecánicamente, no es más que un balancín infantil donde la cola contrarresta el peso de la mitad anterior del cuerpo. El punto de equilibrio sería la cadera.

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